Hoy hablamos de gas, hablamos de energía y de las dependencias en geopolítica. Unas dependencias que han marcado la relación entre la Unión Europea y Rusia y que ahora son fuente de preocupación ya que si se quiere sancionar realmente o romper relaciones con Rusia… Europa debería de dejar de comprarle gas a Rusia. Y para ello se deben buscar alternativas y eso no es nuevo. Ni siquiera para el actual jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell. Quizás lo hayáis escuchado ya, pero atentos a lo que decía Borrell cuando era candidato del PSOE en las elecciones europeas de 2009. Sí, hace ya 13 años.
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13 años han pasado desde estas palabras y realmente Europa no ha mejorado demasiado en cuanto a su dependencia energética. Y no será porque en los últimos años desde la Unión no se han dado cuenta de que con Vladimir Putin no estaban haciendo precisamente buenas migas. Las diferentes sanciones económicas, especialmente desde 2014 con la anexión de Crimea, no han tenido un efecto en la búsqueda de quitarse de encima dependencia energética.
Lo más importante aquí es volver a subrayar que es difícil y requiere tiempo. Esto es como cuando hablamos del modelo productivo de un país: cuando tu quieres dejar de vivir del sol y playa y pasar a un país que invierte en industria pesada y en un sector tecnológico puntero, esto no ocurre de un año al otro. Debes estar años invirtiendo, gastando dinero en algo que al principio es ineficiente, que no da resultados para a medio plazo conseguir tu objetivo. Por ejemplo: si quieres dejar de depender del gas ruso, como hemos visto que declaran las autoridades europeas estos días, lo primero es buscar fuentes alternativas.
Esto quiere decir mejorar las relaciones diplomáticas con estos países. El ejemplo lo tenemos en Estados Unidos y Venezuela. Ya sabéis que el martes pasado dedicamos un episodio a la hipocresía de las relaciones internacionales y precisamente estuvimos comentando cómo, tras décadas de nulas relaciones entre ambos países, ahora Venezuela parece aliado de Estados Unidos porque, si se trata de evitar el comercio con Rusia, de algún lado debemos sacar el petróleo.
Pues apliquemos la misma lógica a la Unión Europea y el gas. Oriente Medio es una alternativa. Gas licuado desde América otra.
Pero, ¿y si es España, miembro de la Unión, una alternativa aún mejor y con garantías de ahorrar tiempo y sobre todo establecer relaciones internacionales que quizás no deseabas?
En la actualidad el país cuenta con el 45% del almacenamiento de gas licuado y un tercio de la capacidad de regasificación de Europa, que permite convertir el gas licuado en gas natural.
Arturo Gonzalo, CEO de Enagás, destaca: “Tenemos un sistema extraordinariamente versátil y flexible. Podemos recibir gas desde muy distintos orígenes. El año pasado por ejemplo recibimos gas de 14 países distintos. Tenemos además dos interconexiones por gasoducto con Francia. De modo que somos un actor clave en el panorama de cómo diversificar el suministro de gas en Europa“.
España tiene una de las redes de gas más extensa de Europa, con capacidad para recibir gas por barco en seis plantas y con dos gasoductos que conectan España con los yacimientos del norte de África.
El problema de todo esto, que parece todo color de rosas, es que cuando llegamos a los Pirineos ahora mismo la conexión con Francia, que existe, sería insuficiente si Europa quiere que España le aporte, ya no digo todo, pero sí una parte importante del gas que compra actualmente a Rusia.
Habría que ampliar la red de gasoductos. Por ejemplo, ya se habla de invertir para alargar uno de los gasoductos que pasa por la localidad catalana de Hostalric para que precisamente llegue a Francia y sobre todo pueda aportar más metros cúbicos.
Aquí España puede aprovechar la oportunidad en dos sentidos:
- Para conseguir más financiación. Ya que si Europa quiere mirar a España para no mirar a Rusia, se debe acometer una fuerte inversión en infraestructuras que, pagada por Europa, supondría un espaldarazo de inversión para España
- Ser un aliado aún más fuerte de las principales potencias, pienso especialmente en Francia y Alemania. España se puede reivindicar como socio fuerte y necesario en la Unión Europea, usando ese peso para todo tipo de negociaciones
Por supuesto, tanto desde el gobierno español como desde Bruselas han apuntado que la verdadera misión es ampliar la producción de energía procedente de fuentes renovable, como el hidrógeno renovable. Pero eso será a medio y largo plazo. En el corto, cuando Europa quiere hacer también movimientos firmes, tenemos esta posibilidad en la que España podría acabar siendo alternativa.
Y tú, ¿cómo lo ves?
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